Tras un año conviviendo con la pandemia por coronavirus, diría que, si la situación fue difícil para todos durante los meses de cierre, no lo ha sido menos tras la reactivación de los servicios y tampoco lo está siendo en la actualidad. Inicialmente, los centros de día han tenido que someterse a duras medidas de prevención, que, además de suponer una gran inversión, nos han obligado a modificar nuestro modo de trabajar y de organizarnos. Las medidas, además de necesarias, están siendo muy efectivas, pero observamos cómo han supuesto un detrimento para las personas usuarias.
Antes de la situación generada por la Covid-19 nuestros centros eran dinámicos y llenos de vida, pero el uso de mascarillas, las distancias de seguridad, la libertad de movimiento, la prohibición de recibir visitas o realizar salidas, limitan mucho las actividades y la realización de algunas terapias. Las demencias merman capacidades comunicativas que paliamos con comunicación no verbal, con cercanía, contacto y afecto. Cuando reactivamos los servicios ha costado mucho enganchar a las personas usuarias en las actividades. En este sentido, me gustaría destacar el gran esfuerzo realizado por los profesionales, ya que han tenido que asumir una carga extra de trabajo e ingeniárselas para seguir ofreciendo una atención de calidez y calidad.
Tras un año trabajando en estas condiciones de estrés, se va notando el cansancio. Trabajamos con mucha presión, miedo e incertidumbre. Hemos tenido pocos casos positivos en comparación con otros servicios de apoyo, pero, aun así, la vulnerabilidad de las personas mayores ante el virus nos mantiene en alerta todo el tiempo.
Teníamos depositada la esperanza en la llegada de la vacuna, la única herramienta que puede proteger a las personas mayores y devolvernos cierta normalidad. Sin embargo, en Galicia, a diferencia de en otras comunidades, los responsables de Sanidad han decidido que no se vacuna a los centros de día, tal como han hecho en las residencias, si no, que lo hacen por criterios de edad, empezando por los mayores de 80 años y valorados con grado III de dependencia. Esta situación nos preocupa y desalienta, ya que se van a quedar dentro de los centros, personas sin vacunar. Nos sentimos discriminados: en marzo nos cierran porque trabajamos con la población más vulnerable, y ahora, ¿ya no lo es?
El sector está decepcionado. Hemos demostrado ser un servicio esencial, seguro e indispensable para las personas mayores que precisan apoyo, pero quieren seguir viviendo en su casa. Muchas veces no entendemos en base a qué toman los políticos algunas decisiones que nos afectan. Queremos que se tenga en cuenta nuestra experiencia, la opinión de los profesionales, y que a la hora de tomar decisiones piensen más en lo que necesitan y desean los verdaderos protagonistas, las personas mayores. Necesitan recuperar su vida.
@Entremayores.es